GRANDES AVENTUREOS


Thomas stevens primer hombre en darle la vuelta al mundo en bicicleta en 1884

Armado de revólver, el norteamericano Thomas Stevens fue el primero que recorrió el mundo en bicicleta. Viajó por 32 meses, con los riñones en la mano. El invento sorprendió a los turcos, encantó a un sha y enfureció a los chinos. Stevens casi murió linchado.

China para él fue el trago más amargo, casi al culminar su viaje.
Así lo dejaría escrito en su diario:
“Al principio, las multitudes que me seguían no intentaron molestarme, simplemente se apretujaban en torno a mí con curiosidad. En Ta Ho, sin embargo, me fueron proporcionados dos soldados como escolta, los que viajaron conmigo a Kingan Foo. Allí el gentío comenzó a empujarme, después me lanzaron guijarros y, finalmente, ladrillos. Fui golpeado y sólo mi grueso casco pudo salvarme la vida. Los guardias advirtieron a las gentes que yo estaba armado, pero la multitud tiró de mi bicicleta y la hubiesen destruido sin la intervención de los soldados”.
“El gentío clamaba por lincharme. Afortunadamente tenía pasaporte de gobierno, porque de otra manera nunca hubiese podido escapar a la persecución de los paganos. A medianoche fui embarcado en un palanquín y conducido a un sampán, vigilado por soldados nativos que me trataron como a un asesino al que se veían obligados a cuidar. Recuerdo que la multitud era de unas dos mil personas. El aire estaba lleno de piedras y mi cuerpo quedó todo magullado. En Kui Kang me subieron a bordo de un vapor por el Yang Tsé hasta Shangai y entonces pude nuevamente respirar con libertad…”.
Lo ocurrido en China fue lo excepcional, pero a lo largo de casi todo su viaje lo acompañaron gritos de asombro, confusión, impaciencia… Multitudes hablando en idiomas extraños, intentando tocarlo a él y a su bicicleta. Difícil para Thomas Stevens, que en su afán de dar la vuelta al mundo se internó por territorios donde jamás habían visto ese infernal invento europeo que era el biciclo.
No sólo en las calles intentaban detener al viajero: en un hotel, la concurrencia le rogó que diera vueltas alrededor de una mesa de billar. Piruetas le solicitó incluso el Sha de Persia, uno de los más entusiasmados con el extraño artefacto metálico.
Después de pedalear durante casi tres años, regresó entre victorioso y achunchado al punto de partida, en el puerto de San Francisco.
Hace 114 años -1884- era impensable que alguien recorriera el mundo en bicicleta. Nadie había atravesado un sólo país, ni menos Estados Unidos.
En esa bicicleta de rueda enorme, con pantalones largos y no shorts, recorrió una parte de Norteamérica, Europa, Medio Oriente y Extremo Oriente, dejando un testimonio de su locura en el libro Around The World On A Bicycle, dos tomos llenos de anécdotas y observaciones.
Su meta era recorrer 65 kilómetros diarios, bastante si se piensa que dos terceras partes del viaje las hacía a pie, y el resto, cargando su Columbia Expert, que pesaba por lo menos el doble que una bicicleta moderna. Estamos ante un auténtico pionero del ciclocross.
Su equipaje: ni abrigo, ni carpa ni saco de dormir. Sólo un trozo de batista impermeabilizada, que le servía de poncho, tienda de campaña y protector de la bicicleta: una caja con medicinas, fósforos, mapa, libreta, pluma y tinta… y una Smith & Wesson calibre 38.
Comienza en San Francisco, cruza la Sierra Nevada, aunque después de varios costalazos decide avanzar por los túneles del ferrocarril, apretándose contra la pared en medio de un ruido infernal cada vez que había visita. Vinieron luego la sequedad del Death Valley (Valle de la Muerte) y los pequeños pueblos donde la gente le pedía exhibiciones. En la ciudad de Carlin, por ejemplo, realizó una demostración dando vueltas alrededor de una mesa de billar ante un público boquiabierto.
Muchas veces, las grandes extensiones de tierra que atravesó eran tan sólo ocupadas por búfalos traicioneros y toros de mal carácter. Cuando llegó a Boston, dio vacaciones a sus piernas y trabajó escribiendo artículos para una revista, Outing, que más tarde serían reunidos en un libro. (Puedes leer crónicas de su viaje en formato PDF AQUÍ).
En Europa, por instantes creyó estar en un paraíso… Después de cinco meses de piedras y desiertos arenosos, se encontraba con los amables y uniformes caminos de Inglaterra. El resto de su itinerario europeo fue tranquilo, pero todo cambiaría al abandonar Belgrado, último reducto del camino sin baches…
Fue su extraño vehículo lo que le trajo más dolores de cabeza en Turquía y Medio Oriente. Incomprensibles multitudes copaban las estrechas y poco adecuadas calles en espera de que el viajero les enseñara su biciclo; coches y carretas retaban al armatoste a una carrera; salteadores y aspirantes a ladrón lo codiciaban.
Por primera vez debió usar su revólver cuando dos asaltantes lo detuvieron en Turquía. Pese a ello, le pareció que estaba en un país de hospitalidad abrumadora. En Persia, actual Irán, el sha le invita a viajar juntos desde Teherán al palacio de verano. En el trayecto le pide hacer todo tipo de demostraciones en ese aparato que él hasta entonces desconocía.
Fue apresado en Afganistán, porque según las autoridades, el arresto garantizaba la seguridad personal a este extranjero algo loco, empeñado en avanzar por caminos imposibles hacia la India. Se le devolvió a Turquía. Deprimido y hastiado porque ya no podría llegar a la India por tierra, permitió que uno de sus escoltas manejara el biciclo, que sufrió no pocos daños y tuvo que ser reparado.
Por mar llegó a Karachi, la ciudad más cercana a la ruta que él se había propuesto hacer. Comenzaba la etapa más aventurera y donde tuvo motivos para arrepentirse de sus planes.

China vs. Japón

En la India los caminos le parecieron de “maravillosa perfección”, pero los recorrió bajo calores tórridos, y en busca de alivianar el viaje, probó por primera vez el alcohol, a instancias de funcionarios británicos. Pero no fue suficiente. Decidió hacer por mar la ruta desde Calcuta a Hong Kong. Otro desvío no considerado en su ambicioso plan.
En China no fue abrumado por el calor, pero sí por la curiosidad de la gente, que llegaba a presionarlo físicamente. Durante la primera noche duerme acosado por mosquitos en una posada de fumadores de opio. Después vendría el episodio de más riesgo en su recorrido., con el cual se inició este reportaje, donde casi muere linchado. Aún con el miedo vivo, llega a la europeizada Shangai, su última parada en China, tierra que tan bien recibiera al célebre Marco Polo.
Stevens, desconsolado, debió cruzar por mar hacia Japón, e inesperadamente encontró grandes compensaciones. A diferencia de sus vecinos, los japoneses conformaban “el pueblo más feliz de la Tierra”. Los describe entusiastamente, como sonrientes, amables, de buen humor.
Volvió a su hogar a bordo del “City of Peking”. En vísperas de la Navidad de 1886, acababa su recorrido por el mundo, convertido en un gran publicista de la bicicleta.
Después de la intensa aventura, retomó gozoso su tranquila vida anterior. Hijo de hacendados con tierras al oeste del Mississippi, pudo retirarse con holgura a Kansas, donde terminó -presumimos- feliz y sedentario.
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(FUENTERevista VOLARE, 25 de enero de 1998).


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Annie Cohen (Annie Londonderry), una americana que en 1894 agarró su bicicleta de acero de 19 kilos y partió a dar la vuelta al mundo. 















Esta es la historia de la primera mujer que recorrió el mundo sobre dos ruedas: Annie Cohen (Annie Londonderry), una americana que en 1894 agarró su bicicleta de acero de 19 kilos y partió a dar la vuelta al mundo. ¿Qué llevó a Annie, una mujer casada de poco más de 20 años con tres hijos, para dejarlo todo por dar la vuelta al mundo en bicicleta en unos tiempos en los que las mujeres no tenían derechos y se dedicaban sólo a la familia? La respuesta es simple: una apuesta.
Dos socios de un club bostoniano le propusieron a Annie recorrer el mundo en bicicleta en 15 meses a cambio de diez mil dólares. El monto no era nada malo considerando que en esos tiempos un salario anual era de mil dólares. Diez mil le alcanzaría para muchos años más. En esos tiempos y con la necesidad de alimentar a tres hijos, decidió aceptar la apuesta y partir alrededor del mundo.
Los socios del club bostoniano rieron cuando Annie aceptó: no esperaban demasiado de esta bella y carismática inmigrante judía lituaniana que levantaba solo 1.60m del suelo y además, nunca había montado en bicicleta antes de iniciar su viaje.
Pero Annie no tenía un pelo de tonta. La apuesta requería que empezara su viaje sin dinero y ganara durante esos 15 meses 5000 dólares además de los gastos que ocasionara el periplo. Así pues se hizo la reina de los patrocinios. El día que partía de Boston, rodeada de un grupo de unas 500 sufraguistas, consiguió que la New Hampshire Londonderry Spring Water Company le diera 100 dólares a cambio de una placa colgada en su bicicleta y  de cambiarse el apellido de Cohen a Londonderry.
Annie partió en noviembre de 1894 desde Nueva York hacia el oeste y después de llegar a Chicago se dio cuenta de que no podría cruzar las Rocosas en invierno, así que volvió por el mismo camino y tomó un barco hacia Le Havre. Desde allí anduvo en bicicleta hacia Marsella donde la recibió el periódico local con el titular “la valiente viajera”.
En Enero de 1895 tomó un barco que la llevó hacia Egipto en África, y después por el Canal del Suez hacia el Medio oriente, para seguir hacia Colombo (Sri Lanka), Singapur, Saigón, Hong Kong y Shangai. En cada país montó la bicicleta, pero también –hay que ser sinceros- se ayudó de otros medios de transporte para completar a tiempo su viaje pasando por los países y ciudades que los socios de Boston le habían señalado. La condición era ganar la apuesta sin importar mucho los medios.
Hay un libro escrito en inglés por un tataranieto suyo, y también puedes leer este artículo (también en inglés) que resume la aventura, publicado en el Cycling Magazine.
Esta anotación fue escrita por Ali el 26/marzo/2010. La hemos archivado en Biblioteca cicloturista. Por ahora hay 12 comentarios. Si quieres citar esta entrada desde tu página, utiliza su dirección permanente.